¿Puede sobrevivir la justicia internacional a esta era de un nuevo fervor nacionalista?
La reputación de la justicia internacional ha sufrido daños desde finales de los años 90, cuando la creación de la Corte Penal Internacional marcó una nueva era para la rendición de cuentas a nivel mundial. Esto en parte puede relacionase con el rechazo predecible de los líderes políticos que preferirían no tener que rendir cuentas. Pero existen otro tipo de quejas que también resuenan.
Algunos dicen que el enfoque de la CPI sobre África y su incapacidad para hacer frente a las atrocidades que se llevan a cabo desde Corea del Norte a Siria reflejan el doble estándar del poder global y no la imparcialidad de la ley. El resurgimiento mundial del populismo y el nacionalismo, coronado por la elección de Donald Trump como presidente de los Estados Unidos, parece plantear un desafío existencial al principio de que incluso los más poderosos deben rendir cuentas por los crímenes más horribles. Pero la justicia internacional puede sobrevivir, e incluso prosperar, en este clima tan hostil.
Lo que hoy conocemos como justicia internacional surgió en la década de 1940 como un medio para restaurar un sistema de Estado-nación que había sido golpeado por la guerra y el crimen de masas. Los juicios de los ex dirigentes nazis en Nuremberg en 1945 y 1946 se produjeron no como un producto de un idealismo, sino más bien a través de la intuición pragmática: se necesitaban nuevos elementos legales para abordar la naturaleza sin precedentes y la escala de los crímenes cometidos durante la Segunda Guerra Mundial .